lunes, 29 de marzo de 2010

Acapulco

De visita por tierras guerrenses, disfrutando del tropical paraíso acapulqueño, juntos como buenos amigos y dos excelsos pomos de ron, me sumergí en la investigación de averiguar cómo está la percepción de seguridad entre los acapulqueños.

Confinádose siempre en los célebres y alegres filósofos taxistas, mejores conocedores de las tierras en las que manejan, siempres sabedores de los chismes de sus barrios, surgió la siempre interrogante de la seguridad.

Entre pláticas y entre líneas, muy de tirabuzón, recabando un poco de información cuando una narcocamioneta pasaba junto a nosotros a toda marcha, como siempre en la ley de la impunidad, descubrí la ley que rige a Acapulco.

Aquí no rige la ley narca, la percepción de los narcos, se balean entre ellos, no se meten con la gente y los soldados esperan a que los balazos acaben para entrar en acción.

Los narcos se manejan en su régimen, la gente no se mete con ellos por temor a acabar tal como coladeras; pero tampoco los narcos se meten con ellos, conocen los horarios. Un toque de queda silencioso, del que se sabe de rumores, más legendario que de facto, pero toque de queda al fin. Refriegas en la Diana, pero los turistas siguen en antros y discos disfrutando de las libidinosas diversiones que Acapulco les ofrece.

Aquí la ley que se vive es la de la convivencia , los narcos pueden convivir con la gente y la gente con los narcos. Es una línea imaginaria que ninguna de las partes cruza.

Por lo menos ese era el sentir de los 3 filósofos taxistas a los que les pregunte.

Hasta el otro lunes.

¡Adiós!

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